Mónica Lacarrieu* dictó el módulo Gestión del Patrimonio Cultural. Repasamos algunos de los ejes de las clases que tuvieron el objetivo de “desnaturalizar” la mirada tradicional sobre el tema.
En el marco de los cursos de posgrado presenciales en Gestión Cultural y Gestión de Emprendimientos Creativos, Mónica Lacarrieu dictó el módulo Gestión del Patrimonio Cultural. En el transcurso de estos dos días presentó los conceptos fundamentales de este campo, delimitó su problemática, hizo un repaso sobre las tendencias en la gestión del patrimonio y avanzó sobre la necesidad de politizar más la actividad.
La especialista comenzó señalando que el principal objetivo es “desnaturalizar la naturalización que tenemos de una sola mirada sobre el patrimonio”, porque es importante que los futuros gestores culturales “no repitan o reproduzcan lo que siempre se ha hecho y que es lo más fácil”: organizar un evento cultural, un festival, poner centros culturales por todos lados, levantar un monumento o preservar una casa histórica”. Por el contrario, la idea es brindar “herramientas prácticas y teóricas” para que los profesionales puedan “intervenir con mayor capacidad crítica y de gestión” en el desarrollo y la aplicación de proyectos y planes de intervención en la patrimonialización.
Lacarrieu trazó un panorama histórico y señaló que la categoría de “patrimonio cultural” vinculado a la “cultura material” y a la concepción de la “cultura como trascendencia”, surgió durante la modernidad y contribuyó a la consolidación de los estados-nación. En ese contexto se terminó configurando lo que se podría denominar “campo patrimonial”, donde un conjunto de agentes estatales con determinados conocimientos catalogaban como patrimonializables/patrimonializados a un conjunto de “bienes/objetos”.
Pero en los años ´90 las cosas comienzan a cambiar. Se producen cambios en la misma concepción del patrimonio cultural y se incorpora al estudio el patrimonio inmaterial, es decir, los bienes y expresiones “intangibles/inmateriales”. Esta transformación, que estuvo dada en primer lugar por la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial, sancionada en 2003 por UNESCO, vino acompañada de una “valorización de la diversidad cultural” que se tradujo en la necesidad de “incluir las expresiones culturales y los grupos sociales que habían sido omitidos en la perspectiva del patrimonio material”.
A partir de esta nueva concepción, más compleja y dinámica que la tradicional, la especialista sostuvo que se debe emprender “un trabajo más denso, arduo y de mayor profundidad” sobre los retos que en el presente se le plantean al “patrimonio cultural” en sus cruces e interacciones con la cultura, las identidades y la territorialidad. También se refirió al concepto de vigencia y al de significación, a la expresión cultural como “bien escaso, único e irrepetible” y a la relación entre patrimonio, recuerdo, olvido y memoria.
“Cuando uno patrimonializa algo está definiendo un proceso de exclusión/inclusión, decidiendo qué concepción del mundo se va a privilegiar, cómo quiero que los demás vean la realidad social, qué sectores sociales van a ser privilegiados con mi mirada sobre determinados bienes, etc. Si yo elijo casas del siglo 18 estoy privilegiando, obviamente, una parte de la historia. Estoy diciendo esto sí y esto no. Y esto es una acción política muy concreta con consecuencias sobre el presente de la población”, señaló.
(*) Mónica Lacarrieu (Argentina) Doctora en Filosofía y Letras (antropología social-UBA). Directora del Programa de Antropología de la Cultura, Instituto de Ciencias Antropológicas y docente de la UBA. Tutora del modulo Gestión del Patrimonio Intangible, posgrado de Políticas Culturales y Gestión Cultural, UAM-OEI. Investigadora CONICET y asesora Programa Patrimonio Inmaterial, Cultura de la Nación. Consultora UNESCO en Patrimonio Inmaterial y Turismo Cultural.